¿Un templo egipcio en Madrid? Podría parecer un imposible, pero es una realidad visible a pocos pasos de la plaza de España. Muchos madrileños conocen el templo de Debod, y esta rareza, aparentemente fuera de contexto, ha pasado ya desde hace tiempo a formar parte del paisaje de la capital por derecho propio. El monumento de más de 2.000 años de antigüedad se levanta en la montaña del Príncipe Pío desde 1972 y dibuja el skyline madrileño más mágico y más atípico para estas latitudes. El templo ostenta varios récords, no sólo por ser el edificio más antiguo de Madrid (por razones obvias), sino por ser también el templo egipcio de mayor tamaño fuera de Egipto.
El responsable de la conservación del conjunto, Alfonso Martín Flores, destaca que, además del impacto que su visión pueda provocar, se trata de un monumento de extraordinario interés, “desde el punto de vista arquitectónico y por la decoración de sus paredes”.
El templo se levanta a más de 4.000 kilómetros de distancia de donde fue construido originalmente, rodeado por una lámina de agua y dentro de un bullicioso parque, en la colina conocida como “montaña del Príncipe Pío”. Esta atalaya natural fue testigo histórico de los fusilamientos del 3 de mayo de 1808, inmortalizados por Goya, y de la disputa por el control del desaparecido cuartel de la Montaña al comienzo de la Guerra Civil. Un histórico mirador que ofrece espectaculares puestas de sol y vistas tanto de la sierra de Guadarrama como la cornisa de Madrid, en las que destacan el palacio de Oriente, así como las cúpulas y torres de la Almudena y San Francisco el Grande.
Una operación de salvamento internacional
Pero ¿qué hace este templo tan lejos de su tierra? Fue donado por Egipto a Madrid en reconocimiento por la destacada implicación de nuestro país en el rescate de su patrimonio arqueológico en peligro.
En 1960, la Unesco lideró una campaña para salvar los monumentos arqueológicos nubios, que iban a quedar sumergidos por el gigantesco lago Nasser, debido a la construcción de la presa de Asuán. En la campaña participaron 40 países, entre ellos España.
Las misiones internacionales trabajaron contra reloj desmontando los edificios históricos para trasladarlos a un lugar seguro. El entonces presidente de Egipto, Gamal Abdel Nasser, donó el templo al Estado español, en 1968. Sólo otras tres ciudades fueron agraciadas del mismo modo: Turín recibió el templo de Ellesiya y Nueva York el templo de Dendur, que se ubicó en el Metropolitan Museum. La última de las localidades fue Leiden, en Países Bajos, donde se trasladó el templo de Taffa.
Al frente del equipo de arqueólogos españoles estaba Martín Almagro, director del Museo Arqueológico Nacional en Madrid, que se hizo cargo de los trabajos de traslado y reconstrucción del templo de Debod y, por esta razón, la calle que rodea el parque lleva su nombre.
Una historia accidentada y un rescate “por piezas”
El nombre ‘Debod’ deriva de la localidad en la que se construyó “Ta-Hut”, que en egipcio antiguo significa precisamente “la ciudad del templo”. Probablemente reconstruido sobre un templo anterior, su historia se conoce a partir del siglo II a. C., cuando Adijalamani, rey de la ciudad de Meroe, construyó una pequeña capilla dedicada a los dioses Amón e Isis, algo poco habitual, ya que normalmente estos edificios estaban dedicados a una sola deidad.
Sucesivos conquistadores dejaron su huella en el edificio. Entre los siglos II y I a. C., la dinastía ptolemaica construye nuevas salas y capillas. El emperador romano Octavio Augusto también hizo su aportación y mandó construir una pequeña capilla adosada o “mammisi” y decorar la fachada y el vestíbulo. En épocas posteriores, entre los siglos VI y XVIII de nuestra era, se cree que el templo quedó totalmente abandonado.
Durante el siglo XX, las cosas no mejoraron para el templo de Debod. Durante 49 años permaneció sumergido bajo las aguas de la primera presa de Asuán, construida por los británicos en 1902. El templo sólo afloraba a la superficie en verano y el agua deterioró el edificio, borrando para siempre los colores que antes cubrían sus paredes. Cuando Nasser anunció la construcción de la gran presa en 1952 que haría desaparecer la construcción bajo el agua para siempre, se hizo urgente rescatarlo. Para salvarlo se aceleró el proceso de desmontaje, que se realizó de forma muy precipitada. Fue el primero de todos los templos en ser convertido en un puzle de sillares, ya que era el más próximo a la presa. En 1960, reposaba ya a la intemperie, despiezado en bloques, en Elefantina, una cercana isla del río Nilo. Allí permaneció hasta que en 1970 se ordenó su traslado a España.
Nueva vida en la capital española
El templo llegó a Madrid en piezas en julio de 1970. Según contó Martín Almagro en su libro El templo de Debod, “solamente cuando se nos entregaron las piedras del templo se nos dio un plano del monumento y un croquis de los alzados con una numeración de situación de las piedras. Los planos se completaron con una colección de fotografías. Todo ello sin ninguna referencia escrita”. Los arqueólogos tuvieron que armarse de paciencia para averiguar el lugar que ocupaban los bloques, pues algunos tenían la misma referencia topográfica, y otras piedras que llegaron sin numeración; además, faltaban elementos de los cimientos. Pero, a pesar de estas vicisitudes, el templo de Debod volvió a erigirse en enero de 1971, aunque no se inauguró hasta un año después, debido a que los trabajos de reconstrucción duraron un año entero de intenso trabajo.
Post elaborado con la colaboración del conservador del templo de Debod, Alfonso Martín Flores.
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