A finales del siglo XIX y principios del XX, artistas e intelectuales se unieron a un movimiento artístico lleno de optimismo y formas novedosas, que en Europa se desarrolló con distintas particularidades y nombres: en Francia y Bélgica se llamó Art Nouveau, en Austria fue el Sezessionstil, Modern Style en Inglaterra y Liberty en Italia. En España tomó el nombre de Modernismo. Esta corriente irrumpió fuertemente en Europa, con sus formas inspiradas en motivos vegetales y sus espacios innovadores.
Al contrario que en otras ciudades españolas como Barcelona o Valencia, en Madrid el Modernismo no triunfó de forma mayoritaria, por considerarse un estilo demasiado atrevido. Para las nuevas construcciones se prefirieron mayoritariamente otras corrientes arquitectónicas, entre las que destaca el neomudéjar, estilo muy madrileño y que nació precisamente en la capital, pero también otros como el neogótico o el neobarroco francés.
Sólo algunos arquitectos de la capital vieron en la cosmopolita moda modernista una manera de renovar la más tradicional fórmula de “estilo de los estilos” llamada eclecticismo, que combinaba elementos decorativos del pasado y triunfaba en el Madrid de la época. Los contados arquitectos madrileños que, adoptando el estilo modernista, buscaban aportar una imagen de ciudad más moderna y europea “seguían esta corriente artística a través de revistas o de algunos viajes”, explica Oscar da Rocha, doctor en historia del arte y autor de libros como El Modernismo en la arquitectura madrileña.
Pocos edificios, pero destacados
Hoy podemos disfrutar sólo de un puñado de edificios de este estilo singular, aunque hay que tener en cuenta que más de la mitad de los que se llegaron a construir “desaparecieron durante los años 40, 50 y 60 del siglo XX”, destaca Da Rocha. Aun así, en Madrid se pueden encontrar edificios tan bellos y singulares como el Palacio de Longoria, actual sede de la SGAE. Tiene una gran inspiración en el Art Nouveau y destacan en él sus formas vegetales y sinuosas. En este caso, el propietario que dio nombre al palacio fue quien pidió al arquitecto, José Grases Riera, que escogiese ese estilo para la que sería sede del banco y residencia familiar de los Longoria. A pesar de la decoración exuberante y de una escalera central comparable a las más vanguardistas construcciones francesas y belgas del momento, el arquitecto sigue un esquema clásico para la estructura y composición de los espacios del edificio.
La Casa Pérez Villaamil, un edificio situado en el barrio de las Letras es, para Da Rocha, “uno de los mejores ejemplos de Modernismo en Madrid”, con fuerte influencia del Art Nouveau belga. Obra del arquitecto Eduardo Reynals, en ella destacan las rejerías, las vidrieras y la carpintería.
Situado en plena Calle Mayor, el edificio Conrado Martín también tiene una gran influencia parisina. Sus rejerías, el uso de la cerámica y las vidrieras, con elementos vegetales, respondían muy bien a la idea modernista de integración de distintos oficios artísticos. Es también el caso de la Casa Gallardo, situada en Plaza de España y que “bien podría estar en un bulevar parisino”, comenta Da Rocha.
Un buen ejemplo de Modernismo de estilo vienés o Sezession es la Casa de los Lagartos, un edificio de viviendas que no usa motivos vegetales sino que toma su nombre de los reptiles que decoran la cornisa, y destaca por sus líneas puras. Su autor, Benito González del Valle, utilizó una complicada estructura metálica para levantar un edificio sorprendente por el solar en el que se implanta, que tenía una anchura mínima de escasos cinco metros de fondo, lo que forzó a que todas las habitaciones del edificio se dispusiesen en línea y diesen a la misma calle.
Si hubo un tipo de edificación que dio rienda suelta a las ganas de innovar de los arquitectos de la época, esa fue la arquitectura provisional o efímera: pabellones de exposiciones, barracas de feria y de cine, el espectáculo moderno por excelencia de aquella época. Debido a los numerosos incendios que se producían por la alta inflamabilidad de los materiales, el Ayuntamiento decidió que, a partir de 1913, todos los cines fuesen edificios permanentes, como es el caso del actual Teatro Infanta Isabel, el Cine Doré o los Cines Ideal, que aún conserva su magnífica vidriera.
Pero es el Cementerio de la Almudena “la aportación más interesante de Madrid al Modernismo”, afirma el historiador, que define este conjunto como la obra más original del Modernismo madrileño. En ella, el arquitecto Francisco García Nava combinó referencias muy diversas como el conjunto de los pórticos, la capilla, los edificios de oficinas y los antiguos depósitos, “que son mezcla de Art Nouveau con detalles Sezession, referencias del neomudéjar, y formas que recuerdan a Gaudí”.
Otras construcciones en la capital también merecen ser nombradas, como los hotelitos que se construyeron en la zona de la Plaza de las Ventas en 1920 o la Colonia de la Prensa situada en Carabanchel, un conjunto de edificios muy singular. El arquitecto Antonio Palacios merece un post aparte, ya que, aunque utilizó algunos elementos modernistas, su obra, de gran importancia para Madrid, tiene personalidad propia.
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