A partir de 1917 emergió en Chamartín una colonia donde intelectuales y científicos vivieron y desarrollaron su pensamiento en torno a olivos y madroños centenarios.
En la actualidad el olivar es sede de las fundaciones Ramón Menéndez Pidal y Olivar de Castillejo, que organizan numerosas actividades culturales.
En 2018 y 2019 se celebran los aniversarios del nacimiento y la muerte de Menéndez Pidal, con el llamado “Bienio Pidalino”.
Escenario de la entrada de las tropas napoleónicas en 1808 y testigo del desarrollo del Madrid del siglo XX, el distrito de Chamartín esconde un pedacito de naturaleza y de historia de la cultura que resiste al paso de los tiempos. Allí se encuentran el olivar de Chamartín, también conocido como el olivar de Castillejo, y la casa de uno de los vecinos más ilustres del barrio, don Ramón Menéndez Pidal. El conjunto preserva la esencia de lo que en su día fue una importante colonia de grandes intelectuales y científicos. Y es que hoy día ambos espacios son sedes de sendas fundaciones que continúan impulsando la cultura. Este año y el pasado, precisamente, estamos inmersos en el llamado Bienio Pidalino, ya que se celebra, consecutivamente el 50 aniversario de la muerte de Menéndez Pidal y el 150 de su nacimiento.
En la actualidad, este pequeño oasis envuelto por el bullicio de la ciudad aún recuerda lo que era a principios del siglo XX, cuando en la zona abundaban los campos de cultivo. Situado entre el límite de la capital y lo que antaño era el pueblo de Chamartín de la Rosa, este espacio era entonces conocido como el Olivar del Balcón.
En 1917, José Castillejo, jurista, pedagogo y miembro de la Institución Libre de Enseñanza, compró el olivar del Balcón, “en una zona que por aquel entonces se conocía como las Cuarenta Fanegas, y que siguió siendo campo hasta los años 60”, recuerdan Sara Bellido, secretaria general de la Fundación Ramón Menéndez Pidal y Marta García, técnico de biblioteca, archivo y herramientas digitales de dicha institución. El objetivo de este catedrático de Derecho era crear una colonia de intelectuales y de científicos donde trabajar lejos del bullicio de la ciudad, pero sin estar totalmente aislados, ya que el tranvía paraba relativamente cerca.
Al olivar empezaron a trasladarse personalidades como el literato Dámaso Alonso, el director del Museo de Ciencias Naturales, Ignacio Bolívar, o el médico y filántropo Juan López Suárez. Comenzaba así a gestarse una de las primeras colonias del distrito de Chamartín, por la que llegaron a pasar personalidades como la premio Nobel de Física y Química Marie Curie.