El Metro llegó a Madrid mucho más tarde que a Londres, Nueva York o París, pero fue el primero del mundo 100% eléctrico desde su inauguración.
El 31 de octubre de 1919, el metro madrileño se abrió al público. Menos de un mes después se contabilizaba el viajero un millón.
El Metro forma parte de la historia de Madrid desde hace un siglo. Paradigma de la modernidad urbana, durante estos 100 años ha llenado de vida el subsuelo de la capital y la ha transformado radicalmente.
El metropolitano no llegó a Madrid hasta 1919, 56 años después del de Londres, que fue el primero del mundo. Aunque desde 1890 se habían gestado varias iniciativas, entre ellas la del urbanista Arturo Soria, todas quedaron en papel mojado. Finalmente fueron los ingenieros Carlos Mendoza, Miguel Otamendi y Antonio González los que cumplieron el sueño de subir a Madrid en el tren de la modernidad del transporte urbano.
El 17 de octubre de 1919, el rey Alfonso XIII, inversor decisivo en el proyecto, inauguró la línea Norte-Sur, de casi cuatro kilómetros de longitud y formada por ocho estaciones entre Sol y Cuatro Caminos: Sol, Gran Vía (se iba a llamar Red de San Luis), Tribunal (su nombre sobre el papel fue Hospicio), Bilbao, Chamberí, Iglesia (en el proyecto se denominaba Martínez Campos), Ríos Rosas y Cuatro Caminos.
La historia del suburbano madrileño había empezado unos años antes y no fue un camino fácil debido a problemas económicos iniciales, ya que los cuatro millones de pesetas invertidos por el Banco de Vizcaya no cubrían las todas necesidades de un proyecto tan ambicioso. El Rey aportó entonces un millón de su fortuna personal y este gesto animó a los escépticos, que se subieron entonces al carro del proyecto. Finalmente, en enero de 1917 se fundó la Compañía Metropolitano Alfonso XIII, encargada de poner en marcha la construcción del suburbano madrileño.
A pesar de tardar en materializarse, el Metro madrileño fue pionero en un aspecto: fue el primero del mundo que nacía 100% eléctrico. Sus trenes circulan por la izquierda, desde el día de su inauguración hasta nuestros días. Aunque hay quienes apuntan a una influencia londinense, Luis María González, responsable de Andén Cero, la red de museos suburbanos de Metro, aclara el origen real: “Los ingenieros querían que el metro fuera un reflejo de lo que ocurría en la calle y, en aquel momento en Madrid, en el exterior se circulaba por la izquierda”. Más tarde, en 1924 se aprobó una ley que obligaba la circulación del tráfico por la derecha, pero esta modificación no se trasladó al Metro porque era muy costoso el cambio de la señalización y de las cabinas de los trenes.
Donde sí vemos una influencia del Metro de Londres es en el logo de la compañía, diseñado por el arquitecto Antonio Palacios, artífice también de todas las estaciones y bocas de acceso originales. En 1920 se estrenaban los dos primeros ascensores de la red, en Sol y Gran Vía, aunque para montarse en ellos no bastaba con el billete ordinario: los viajeros tenían por entonces que pagar unos céntimos extra por su uso.