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Smart city: Las ciudades más inteligentes son las más humanas

  • Modelo de ciudad

El verdadero potencial de una ciudad digital consiste en poner a las personas en el centro de la toma de decisiones, mejorar su calidad de vida y lograr un entorno social, medioambiental y económicamente más eficiente.

 

ciudades inteligentes

 

En los últimos años se habla mucho de ciudades inteligentes y ha surgido una explosión de iniciativas a nivel internacional basadas en el desarrollo de nueva tecnología para digitalizar los entornos urbanos. Ese auge de la creación de innovadores dispositivos electrónicos de todo tipo, como sensores, wearables o equipos de gestión de datos aplicados a la ciudad, pueden llevarnos a pensar de forma equivocada que hacer una smart city consiste en llenar un entorno urbano de aparatos tecnológicos y “gadgets” digitales. Es cierto que los dispositivos y el software de última generación son una potente herramienta que facilita realizar mediciones en los espacios urbanos e interactuar con el usuario como nunca antes se había imaginado, pero el objetivo de una ciudad inteligente no es sumar más tecnología, sino ser capaz de incorporarla de forma coherente para facilitar la gestión de los servicios y, en definitiva, mejorar la vida de los ciudadanos.

 

Innovación urbana para el ciudadano, a todas las escalas

El gran potencial de una ciudad digital consiste en poner a las personas en el centro de la toma de decisiones, introducir mejoras en su calidad de vida y lograr un entorno más eficiente desde el punto de vista económico, medioambiental y social.

Se trata de que, con la ayuda de la tecnología, los ciudadanos puedan beneficiarse de una gestión urbana hecha a su medida e influir en cómo se relacionan diariamente con su entorno, desde su itinerario y modo de transporte diario a la forma de utilizar los equipamientos públicos.

Y aunque el campo de pruebas de este tipo de tecnología está siendo mayoritariamente las ciudades consolidadas, y ya se está aplicando en entornos tan complejos y extensos como Nueva York, Tokio, Ámsterdam, Singapur o Barcelona (donde se celebra una de los principales congresos internacionales en el mundo, el Smart City Expo World Congress), el urbanismo y los nuevos desarrollos que se construyen desde cero representan una oportunidad única para integrar las infraestructuras necesarias de forma coherente y desde el principio, para ir un paso más allá en la creación de una ciudad inteligente totalmente optimizada.

 

Ciudades inteligentes

La ciudad inteligente aspira, mediante la tecnología, a poner a los ciudadanos en el centro de la toma de decisiones y adaptarse a sus necesidades, para mejorar su calidad de vida.

 

Este planteamiento cobra especial sentido si se aplica a un modelo de ciudad denso y compacto, que hace posible aplicar la economía de escala y maximizar la eficiencia de los sistemas urbanos. Porque una ciudad verdaderamente inteligente no se consigue sólo con tecnología, sino que necesita también un diseño sostenible desde el punto de vista social, económico y medioambiental, como punto de partida.

Otro requisito básico para la creación de una smart city es la existencia de una infraestructura de telecomunicaciones de última generación centrada en dar servicio tanto a móviles y equipos de uso personal como a vehículos e infraestructuras urbanas. Que ese flujo de datos llegue a todas partes es la base necesaria para que se pueden implantar soluciones digitales en las grandes infraestructuras urbanas, en el espacio público, en los edificios y, por último, como destinatario principal, permitir al ciudadano interactuar con el sistema. Las medidas de innovación tecnológica se pueden lograr, pues, a todas las escalas, desde las más amplias —territorial, urbana y de barrio—, hasta el entorno más cercano al usuario.

 

La tecnología inteligente se puede aplicar a servicios e infraestructuras urbanas, a elementos de mobiliario urbano, a edificios e incluso al espacio público, como calles, plazas y parques. Imagen: DCN/Freepik

La tecnología inteligente se puede aplicar a servicios e infraestructuras urbanas, a elementos de mobiliario urbano, a edificios e incluso al espacio público, como calles, plazas y parques. Imagen: DCN/Freepik

 

Cuando se apuesta desde el principio por la smart city, los nuevos desarrollos urbanísticos tienen la capacidad de dimensionarse y estructurarse para dar cabida a la red de telecomunicaciones mejor preparada para el futuro. Eso facilita la creación de infraestructuras urbanas inteligentes, que pueden extenderse al campo de la energía, la logística de última milla (reparto de paquetes y mercancías), la gestión del agua y de los residuos. Es importante que estas instalaciones se encuentren, a su vez integradas con el sistema de gestión del resto de la ciudad, de modo que se pueda optimizar el consumo de los recursos de una manera global, coherente y adaptativa.

Las normativas urbanísticas aprobadas para Madrid Nuevo Norte ya tienen en cuenta esta necesidad de transformación urbana y exigen el despliegue de una red de datos que permita la creación de una ciudad inteligente.

Una vez estudiada su viabilidad, se podrán implantar medidas pioneras de gestión de la energía como la creación de una red eléctrica inteligente que permita a los edificios verter electricidad a la red general. De esta forma, los usuarios pasarán de ser consumidores a “prosumidores”, es decir, generadores y consumidores de este recurso al mismo tiempo. De la misma manera, los edificios de Madrid Nuevo Norte contarán con estaciones de recarga para vehículos eléctricos que permitirán también almacenar dicha energía en las baterías de los vehículos y devolverla a la red en los momentos de mayor consumo, mejorando así la eficiencia del sistema.

 

Cuando el espacio público se adapta al usuario

El propio espacio público, es decir, las calles y parques que transitamos, también puede integrarse en las redes de la ciudad inteligente, con lo que se consigue una mejora muy evidente para la movilidad urbana: información que se recoge a pie de calle permite aportar a los ciudadanos datos prácticos a tiempo real para facilitar su toma de decisiones en los desplazamientos.

Por otro lado, la presencia de sensores en el mobiliario urbano (como bancos, marquesinas, semáforos o farolas) permite adaptar mejor estos elementos a las necesidades de cada momento y así optimizar su rendimiento. Dichos sensores pueden ser de luz, que detectan cuándo anochece, cuándo amanece o si está nublado para regular la potencia del alumbrado, generando importantes ahorros energéticos. Otros sensores miden la temperatura, la humedad o la polución para activar medidas que la corrijan las condiciones ambientales y dosifiquen el riego de las zonas verdes. Las posibilidades son infinitas.

Como ejemplo de las múltiples aplicaciones en este campo, podemos destacar un ambicioso proyecto piloto que se está desarrollando en Londres para instalar farolas, paneles informativos y otros elementos de mobiliario urbano que se adaptan a las necesidades de cada usuario cuando se pasa junto a ellos, un sistema especialmente pensado para personas con discapacidad. Todavía en fase de prototipo y con la ayuda de una app instalada en el móvil, el sistema identifica la presencia del peatón y, dependiendo del tipo de discapacidad y las preferencias del usuario, los elementos distribuidos por las calles reaccionan según se requiera en cada momento: las farolas pueden proyectar una luz más brillante por unos instantes o emitir información sonora de utilidad personalizada para cada usuario, incluso los semáforos se llegarían a adaptar momentáneamente a cada persona y programar más tiempo para cruzar la calle sin riesgos.

Pero para ver medidas de smart city en el espacio público no es necesario irse hasta Londres, basta con pasearse por las calles de Madrid, ya que en la capital se han instalado este año más de mil papeleras inteligentes que, alimentadas con energía solar, compactan los residuos para aumentar su capacidad y disponen de sensores que avisan cuando están llenas. De esta manera, se evita su desbordamiento y se facilita la recogida por parte de los servicios municipales.

 

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Madrid ha instalado más de un millar de papeleras inteligentes, que avisan cuando se debe proceder a su recogida.

 

Edificios inteligentes e interconectados

La ciudad inteligente no se puede concebir sin edificios inteligentes, integrados en la red a escala urbana. El sector inmobiliario lleva décadas incorporando elementos tecnológicos e interactivos cada vez más avanzados para lograr la máxima eficiencia de las instalaciones y el confort de las personas tanto en edificios de viviendas como de oficinas, y la domótica se ha convertido ya en un concepto que no resulta extraño o futurista, pues se integra desde hace tiempo en muchas nuevas promociones de vivienda, regulando aspectos como la climatización o la entrada de luz en las habitaciones.

La revolución más reciente la está protagonizando el denominado Internet de las Cosas (IoT), una tecnología que puede dotar de capacidad de interacción prácticamente a cada objeto de un hogar, desde un microondas hasta una bombilla. Pero, más allá de la domótica y sus avances para el confort y el ahorro energético en cada hogar individual, el mayor potencial está en aplicar los avances digitales a las instalaciones generales de los edificios, ya sean viviendas, oficinas o equipamientos públicos, e interconectarlos con sistemas de datos a escala de distrito y de ciudad, para que el ahorro energético y los beneficios en su gestión crezcan exponencialmente.

13 enero 2021

Autor

Madrid Nuevo Norte


13 enero 2021

por Madrid Nuevo Norte